domingo, 24 de junio de 2018

DIA 14. ESTONIA. EL BALTICO, UNA MAR QUE NO HUELE

DIA 14. ESTONIA. EL BALTICO, UNA MAR QUE NO HUELE
Parecerá imposible pero a las 07,10h estaba abandonando el camping. Diez minutos más tarde de que el operario abriera el portón. Como es el mismo que el de la marina seca de estos balandros, advierten que de 23:00h (que para un estonio serían las 4 de la madrugada nuestra, tal es la idea de las horas del día) a 07,00h ese portón permanecerá cerrado y que tendría que ser  una emergencia muy grave, para que se abriera.
 

                                                 Se preparan para la regatilla de club
 
 
 
Siguen los días con buena, buenísima temperatura. A las diez de la mañana ya rodamos a 23 grados. Una delicia de carretera, estrecha, sin apenas arcén, sin quitamiedos, sin rotondas, sin más señales que las necesarias. Y es la nacional que lleva todo el tráfico a Rusia. Flanqueada por frondosos abedules que se alternan con altísimos pinos. Naturaleza plena y en consonancia con ella. Aquí vamos los súpertrailer, los potentes todoterreno con matricula rusa y los humildes cochecito leré, como el mío.  
 
  
 
Y todos tan contentos y cumpliendo a rajatabla el 100 y el 40 al pasar por los pueblos. Me comentaron que tráfico no se anda con pijadas. Las multas son importantes y al estilo Noruega, donde nos decían lo mismo: pagas sí o sí. En cash o con la visa y si no hay saldo te quedas sin el vehiculo. O sea que como en muchas otras materias estos nórdicos tiran del sentido común : vete por lo segao y no tendrás problemas.
Me baño en el Báltico gracias a la Almiranta a quien se le ocurrió meter a bordo el consabido kit de playa: traje de baño, chanclas playeras y toalla. Y hace bien porque sabe que lo haría desnudo si la ocasión se tercia y supongo que para los que pueblan este litoral sería tanto como lo de no ir por lo segao en lo tocante a carreteras.
El agua fría no, lo siguiente. Fue más por seguir el rito y por sentir la mar. Mar que sabe poco –la probé- y que no huele a mar. Sé que las comparaciones son odiosas, pero necesarias; el Cantábrico nuestro es la mar por excelencia. En este día del chapuzon, tal parecía este báltico como un lago.


Alcanzo el camping pronto, a las cinco. Barrera abierta y recepción cerrada a cal y canto pero dentro bastantes autocaravanas, tiendas pequeñas de bicicleteros y todo funcionando. Un cartel te invita a pasar, instalarte y que mañana será otro dia, vaya. Asi que eso hice.
La wifi no llegaba mas allá de los 50 m de la recepción, pero la torreta de la corriente y resto de servicios con sus duchas, fregaderos y baños, perfecto . A menos de cien metros una playa que cerraba la pequeña bahía de Pärnu.
 
 
 
Secuoyas, abedules, pinos, acacias… una maravilla. Eso sí, al caer la tarde la gente dejó de leer,dejó su sobremesa de cena y yo dejé de escribir al aire libre… se llenó de millones de mosquitos de brava picadura. La docena de ronchas al día siguiente demuestra que me metí tarde a utilizar la tienda de mosquitera.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
                                            

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