DIA 23 . UCRANIA
La cosa cambia aquí. El paisaje es precioso, el verde exuberante.
Todo muy salvaje, muy sin tocar pues el mantenimiento es nulo. Empiezan a
verse carros de cuatro ruedas con personas y enseres arriba, a
veces tres o cuatro en fila por el borde de la carretera que a su vez
está en pésimas condiciones.
Desayuno en Ucrania
A media mañana me da el alto la policía. Tienen un pequeño caseto
con la bandera y un gran cartelón. Un coche viejo aparcado. Son tres de
uniforme azul. Me piden cuando orillo –todo por señas- que apague el
motor. A medida que ellos sonríen, a mí se me va pasando el susto. Me
piden que me baje y ante mi sorpresa se sienta el mayor y le pide al
compañero que le haga una foto. Al ver que yo también saco mi iPhone
para hacer lo mismo levanta la mano y stop, stop….!!! Rápidamente me lo
meto en el bolso. Se turnan para sentarse los tres y hacerse fotos. Se
hacen fotos desde todos los ángulos. No les interesa mi documentación ni
papel alguno, la Cirila los tiene completamente abducidos .
Seguidamente me indican que me suba y señalándome la pésima carretera,
que continúe. Bueno, pensaba yo, no es tan fiero el león como lo pintan.
Pretendía llegar a Kiev pues sabía de dos campings allí. El
navegador una vez más se volvió loco pero aprovecho para pasearme por
toda la ciudad. Largas caravanas que bordean el río Dniéper en el que los
turistas navegan en las barcazas. Ambiente de fin de semana y buen
tiempo. Ninguno de los dos campings a los que conseguí llegar estaba
abierto y esta vez no tenía la culpa el Sygic, así que salgo del agobio
de Kiev y me buscaré la vida ya en carretera.
Cambia el día y se vuelve en tormenta de verano con grandes
chaparrones. La carretera sigue infernal. Sin pintar, sin arcén, sin
señalización alguna. Desde Yitomir hasta Ternópil han sido los peores 300 km
de mi vida. Agujeros en los que cogería la Cirila entera. Coches de alta
gama la mayoría rusos que adelantan sin miramientos. Carros por ambos
márgenes con familias enteras encima. Camiones y tractores haciendo
literalmente lo que les da la gana… si el lado izquierdo tiene menos
agujeros, pues van por el lado izquierdo, ya te apartarás tu, pensarán.
Restos de cosas que se les caen. Aquí un pequeño inventario de lo que
vi: tubos de escape, guardabarros grande de camión, espejo retrovisor,
rueda grande de repuesto que unos de un carro estaban tratando de subir.
Y también se ha quedado en ese infierno el marco embellecedor del faro
de babor de la Cirila. Cuando me di cuenta en el hotel, ya no estaba.
Desesperado, en una de las pocas gasolineras que me encuentro paro
para pedir ayuda en el sentido de qué ruta seguir, pues tenía un cruce a
20 km. Allí estaban con sus bocadillos y coca-cola un grupo familiar en
el que la chica, bellísima, habla inglés. Sobre el mapa su padre me
indica el giro que debo hacer para no seguir en aquel infierno. Haré 130
km más pero merece la pena a riesgo de destrozar la Cirila si continúo
por aquella carretera. La chica se interesa por la Cirila, me pide
sacarle y sacarse fotos con ella. Resultó ser una modelo de Kiev. Me
enteré por el face en el que convergemos muchos y entró en el UNIENDO
CABOS con sus me gusta y todo.
Resultó ser una Modelo de Kiev
Pero esta otra ruta aconsejada tenía otra sorpresa. No estaba muy
transitada pero sí con muchos viejos tractores cargando enormes rulos de
hierba. En una recta veo algo de lío. Un accidente pensé. Pues no, era
un pequeño tapón de tráfico que se formaba con un control policial.
Aleatoriamente nos paraban. Cuando me tocó mi turno me encontré con un
coche de la policía y dos agentes con sus ametralladoras. Todo por señas
que apague el motor y que me baje. Señalando las llaves del contacto,
que las saque y las coloque encima del capó. El viejo lada que tenía
delante estaba en la misma situación que yo. Lo único que dijo
entendible para mí, fue passport. A lo que yo muy solícito se lo
entrego. Hoja por hoja va pasando todos los sellos y visados y no es
por nada pero hay unos cuantos. Me enseña el de Camboya y me
señala. Entiendo que me pregunta algo sobre aquel visado que nada tiene
que ver con Ucrania.Me encojo de hombros y solo alcanzo a asentir y
decir, yes. Es un hombre joven de unos 40 años, mal afeitado y con
lamparones en un uniforme que le queda dos tallas más grande al menos.
Me entrega el pasaporte y me señala que abra atrás. Cuando ve el
marecumbé que llevo decide no querer saber más y con un gesto me
despide.
Algo de miedo, de inseguridad –y vaya incongruencia dicho y pensado
delante de gentes que deben velar por ella- sí que me asaltaron. Me di
cuenta de que sin poder expresarte, todo por gestos, sería imposible
explicar cualquier situación. Estaba en sus manos. Debió de entender que
nada podría sacar de un tipo que podría ser su padre en edad y que se
dedicaba, vete tu a saber a por qué, a vagabundear por el mundo a la
vista del vehículo y de los sellos del pasaporte. La banderita del
retrovisor que me obligaron a quitar en la frontera estaba a buen
recaudo. Menos mal.
Apareció Ternópil cuando ya se me había pasado el susto. Es ciudad
importante con un lago sobre el que gira la actividad. En una
gasolinera muy amable el chico, en un inglés mejor que el mío, me
recomendó hotel. Desde la doceava planta de la habitación que me dieron,
las vistas eran espléndidas. Una vez instalado bajé a estirar las
piernas por las cercanías. En una tienda de souvenirs y por cero coma me
hice con algunos regalos. El hombre me regaló una pulsera con los
colores azul y amarillo de Ucrania que me apresuré a colgar del espejo,
al menos hasta atravesar Ucrania.
.- No Chinese. No chinese en la Ucrania, me decía.
.- People – imposible de entender lo siguiente- y me señalaba con el dedo índice sobre el mostrador .
Y también que las artesanías que le compro estaban hechas con las manos.
Preparo mis notas de este día duro y de contrastes desde la altura
de este mastodóntico hotel que tuvo que ser diseñado para el mogollón de
hombres y mujeres de las bases comunistas, si no no se entiende .
Detalle de la bujia de estribor completamente consumida
Una odisea el conseguir un par de bujias aqui