lunes, 12 de noviembre de 2018

DIA 29 . VERONA

DIA 29 . VERONA

Esta zona norte de Italia no deja de sorprenderme nunca. Por más que la visito – la visitamos, que la Almiranta es una gran fan también- siempre le encuentro algo en lo que no me había fijado antes . La carretera aquí es sinuosa y estrecha. Hay ya algún repecho y lejos quedan aquellas rectas y llanuras por las que estuvimos transitando por casi  toda Europa , excepción hecha de los montes Transilvanos que me recordaron mucho, con otra dimensión, a los nuestros de la zona de pre-Picos de Europa. Pues bien, decía que en estas carreteras de curva y contracurva solemos pasarlo muy bien los aficionados a las motos. Me he cruzado con varios,bien solos bien en grupos. Los accidentes en estas escarpadas carreteras deben ser frecuentes para estos moteros, a juzgar por  las señales. Van éstas en grupos de tres. En el primer triangulo de peligro el pictograma enseña a un motorista iniciando una tumbada. A los pocos kilometros otro triangulo de peligro sitúa a ese motorista rozando ya con la rodilla en el suelo y del que salen chispas. El tercero y último ya representa al motorista por un lado en el suelo y su moto por otro. En pequeñito pero bien entendible tres cruces de cementerio. Contundente.
Me quedé con las ganas de hacerle la foto pero imposible con el tipo de carretera, curvas, señales tan evidentes como para jugársela y que un motorista en su trazada se estrellara contra nosotros. No hay arcén.
Entré a Verona buscando un camping. El tráfico era el de una ciudad importante y la proximidad del fin de semana. A cinco kms del centro en la carretera señalaba un campismo.
Resultó ser un sitio donde guardaban autocaravanas y roulottes, pero no permitían el camping. El chico de la oficina muy amable, me indicó el desvío que tendría que tomar para un camping. La suerte que siempre me acompaña y las cortas medidas de mi particular mobil home, hicieron que pudiera quedarme. Estaba practicamente lleno. De nuevo la particularidad de la Cirila, la bella macchina a juzgar del recepcionista, hicieron que pudiera quedarme . Me tocó una parcelita cerca del río Adagio que al atardecer me procuraba frescor pues no habiamos bajado de los 30 grados en todo el día. Pero también los mosquitos.  A pesar de ellos escribo mis notas comodamente instalado a la popa de la Cirilator. Las veinte mil ronchas de sus picotazos al día siguiente, son las evidencias de que mi sangre debe serles muy dulce y de que había muchisimos.

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