lunes, 11 de febrero de 2019






DÍA 35 .  YA APARECE LA MAR

No me molesta en absoluto la claridad de las habitaciones de los hoteles. Más bien al contrario me gusta que la claridad, el día, con la “méteo” que toque, se asome a las distintas ventanas donde despierte ,con su propia luz. En este caso y bien temprano el despertar vino por dos sentidos: la vista y el oído. Día luminoso y soleado desde casi la amanecida, con un cielo azul y límpido que presagiaba un día tórrido. Y el oído regalado por los mismos gorriones que me despidieron al anochecer. Revoltosos como son, se alternaban en su intercambio sonoro de intenciones. Tal parecía que se daban los buenos días entre ellos y todos con su piar dándome los buenos días a mi.
Con todo listo me fui al parking del hotel donde descansaba la Cirila. No fue hasta el momento en que iba a sentarme que me di cuenta. En el asiento – el único que lleva- relucía espléndido un marco para el foco de babor. Pensé en Helio lógicamente y su observación la tarde anterior. Y lo siguiente: con todo el coche cerrado… ¿cómo pudo abrir la puerta? ¡Que bueno sería para ladrón de coches! No ha dejado marca de ningún tipo. Vaya, como si lo hubiera abierto yo con mis llaves. Era muy temprano así que hice tiempo hasta media mañana para llamarle y agradecerle el detalle. De paso que me revelara el cómo y por donde había conseguido abrirlo, tan limpiamente. Se reía a carcajadas al otro lado del teléfono. Y sí que me desveló el secreto que no voy a reflejar aquí pero que es, para este tipo de coches, muy ingenioso. ¡Qué buen tipo Helio!
Enseguida buscando la mar cantábrica por terrenos que me son conocidos, con los que la memoria viaja al mismo tiempo en el que la vista acaricia aquel monte, aquel rió o el pueblo que se atraviesa y que le trae a uno otras historias, otros viajes y a veces diría incluso que otras vidas, a éste nómada.
Y llegó la mar. Ya estaba en casa. Pero la etapa seria muy larga para acabarla en mi Gijón del alma, así que empecé a buscar pernocta y acabé en un sitio que conocía a las afueras de Beranga, en Cantabria . De esa manera, pensaba yo, descansaría de este largo día desde Monzón y llegaría a medio día de mañana a mi Km 0 .

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